
No se si a alguno de ustedes le ha pasado que conocen a una persona y no pueden sentirse cómodos en su presencia. A veces se nos acercan personas con rostros de amabilidad, de amistad, con palabras de halago, pero algo en ellos, su mirada, su aura, su espíritu, denota engaño y maldad. Sus palabras, a veces disfrazadas con bonitos colores salen cargadas de energía tan pesada. Como dice un refrán, “Caras vemos, mas corazones no sabemos”. Ojala y en ves de ver rostros, viéramos corazones, nos evitaríamos tantos disgustos. Pero aunque no tengamos esa habilidad de ver corazones, nuestro espíritu siente y presiente la maldad y la falta de honestidad en quien la carga.
Es como un sensor que nos advierte que algo no esta bien con esa persona, que tengamos precaución. Aun así, a veces ignoramos esa advertencia y decidimos dar la oportunidad. Pueden pasar varias cosas, que la persona como quiera te defraude, o que tu sensibilidad, buena fe y deseos de brindar un trato sincero, amable y honesto, transformen el corazón y las malas intenciones de esa persona para con uno, lo menos usual.
En lo personal, me ha pasado que he estado al lado de personas que mi espíritu se siente intranquilo, incomodo. Veo sus ojos y solo me encuentro una barrera, no puedo ver mas allá de una mirada opaca. No me gusta la gente así, me gusta la gente que cuando yo mire a sus ojos pueda ver destellos de su alma reflejada en ellos. Me gusta le gente que cuando le hablo, mire a mis ojos. Que mi energía pueda bailar con la de ella, libremente, sin sensores que nos repelen.