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domingo, febrero 15, 2009


No me cabe la menor duda, Dios existe. No me importa que su existencia no halla sido probada empíricamente, no me importa que tú, aquel o aquellos no crean en él, no puedo dudar de su existencia. Hace algún tiempo, había dejado de creer en él. Mis acciones habían convertido mi vida en un caos y me decía a mi misma que si Dios realmente existiera, yo no estaría pasando por cosas malas; que ignorancia la mía. Era más fácil buscar excusas que responsabilizarme por mis acciones y enfrentarlas.

Hoy, de manera maravillosa e inesperada, volvió a sorprenderme. El siempre nos está enviando señales para que notemos su presencia en nuestras vidas, para que nos dejemos guiar. El está dispuesto a ayudarnos a cambiar todo aquello que nos estorba, todo aquello que hay dentro de nosotros, que sabemos, debemos de cambiar. El sabe de nuestras preocupaciones, de nuestra lucha diaria. El sabe cada cosa sobre ti, nada escapa ante él. Ni una sola de tus lágrimas pasa inadvertida para él.

A veces no le sentimos porque vamos ciegos por la vida, viendo solo aquellas cosas que deseamos ver, o sencillamente, no deseando ver nada. A veces no le sentimos porque nuestro corazón está tan lleno de sentimientos asfixiantes, sentimientos ensordecedores, que es imposible escuchar otra cosa que no sea el propio sonido de la desgracia, del dolor, del temor, de la maldad. Para escucharlo no es necesario ser un santo, ni llevar una vida de perfección, no es necesario andar con una biblia bajo el brazo o asistir todos los días a la iglesia. Para escucharlo no es necesario estar libre de pecados y de imperfecciones. Claro que él desea que vivamos una vida recta, pero su amor no se limita ni depende de eso, su amor es incondicional. Si el amor de una madre hacia un hijo es incondicional, imagínate entonces como es el amor de Dios.

El nos creó, él mejor que nadie sabe de nuestras imperfecciones y sabe que debido a esas imperfecciones necesitamos de él constantemente. Basta con hablarle desde nuestro corazón, con honestidad, basta con confiar en él, creer en él y su maravilloso amor se hará manifiesto en nuestra vida. Comenzarás a ver lo que antes no veías. Comenzarás a escuchar lo que antes no escuchabas. La verdad de las cosas se irá revelando ante ti, poco a poco. Lo mejor de todo, es que empezarás a darte cuenta que él jamás te ha abandonado.